martes, 17 de noviembre de 2015

Lo que nunca nos cuentan sobre el experimento de Stanford

Quizás os suene de algo, y cuando digo quizás es que con toda probabilidad habéis oído alguna vez algo sobre este experimento. Y si no, descuidad:
https://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_la_c%C3%A1rcel_de_Stanford

¡Alabada sea la Wikipedia!
La popularidad de este experimento es tal, que ha inspirado varias películas, capítulos de series, relatos escritos, etc. Y no es para menos, la verdad.

El experimento arranca con una premisa muy básica: Si te tratan como a un preso, te conviertes emocional, física y psicológicamente en un preso. Tu identidad previa se anula y queda sustituida debido a los repentinos cambios en tu ambiente. Lo mismo se aplica para cualquier otro papel que se adjudique al sujeto con suficiente intensidad.

En 1971 (en pleno Agosto, con todo el calor) nueve californianos se vieron involucrados en el famoso experimento de Stanford. Resumiendo, Philip Zimbardo, un psicólogo social, enroló a 21 estudiantes en un curioso experimento, asignando a cada uno de ellos un papel al azar, bien como guardias o como presos. Tras ello, entraron dentro de una falsa cárcel y allí, en pocos días (se pretendía llegar a las dos semanas pero a los seis días se tuvo que dar por terminado) y de forma espontánea empezaron las agresiones verbales, las torturas y como es lógico, los motines de los presos. La conclusión de Zimbardo es que debido a la situación y roles adjudicados, los sujetos se transformaron, a efectos prácticos, en presos y guardias.

Dicho experimento tuvo tanto éxito que viene referenciado en la práctica totalidad de los manuales de psicología social. Cualquier estudiante de psicología te podrá hablar del evento en cuestión, seguramente debatiéndose entre la fascinación y el puro horror ante la capacidad que tiene una persona cualquiera para convertirse en un monstruo.

Estos hechos se suelen citar cuando se habla de abusos por parte de las fuerzas policiales o militares. Y aunque este sería un fenómeno digno de analizar, lo dejaremos para otro día. Hoy me gustaría ahondar más en el tema Standford, pero no en la historia que ya conocemos, para eso pueden leer cualquier manual o artículo de psicología que hable del tema.

La interpretación de los resultados por parte de Zimbardo, y esto es algo de lo que se puede hablar muchísimo, han sido puestas en duda muchas veces ya. Las primeras críticas no tardaron en llegar, de la mano de Banuazizi y Movahedi quienes aludieron a la mismísima presentación del experimento, la cuál según ellos predisponía a sus participantes a asumir sus papeles pertinentes. Se les preparaba por ejemplo, para tratos opresivos y hostiles, con lo que los presos esperaban malos tratos desde el inicio.

Además por aquellos años se destapaban continuamente casos de abusos y brutalidad por parte de los guardias hacía los presos en cárceles reales de E.E.U.U (siendo este uno de los motivos de Zimbardo para realizar el experimento) con lo cual queda aún más claro la idea previa que tendrían los sujetos sobre lo que podían encontrarse en aquel simulacro.

También son importantes las instrucciones recibidas por los guardias. Los presos fueron detenidos de una forma intencionalmente humillante, desnudándolos, cacheando hasta el último rincón de su cuerpo, poniéndoles un uniforme y grilletes en sus tobillos. Como años más tarde Zimbardo admitiría, él tuvo un papel más directo de lo que se dijo en aquel entonces, efectuando el papel de director de la prisión y ejerciendo como tal para que los guardias lo vieran como una figura de referencia (que evitaba conscientemente coartar cualquier impulso violento que tuvieran los sujetos). El silencio de Zimbardo fue posiblemente interpretado como aprobación.


Años más tarde, Carlo Prescott escribiría una carta a un periódico local donde confesaría arrepentirse profundamente de haber participado en aquello, e incluso acusó a Zimbardo de haber manipulado el comportamiento de los guardias para producir los resultados buscados. No es el único de los involucrados que ha dicho algo similar.

No podemos finalizar nuestro análisis del experimento sin detenernos un momento en la metodología del mismo, pues un experimento con una mala metodología queda totalmente invalidado. Para aquellos acostumbrados al entorno científico resultará sencillo comprobar la total ausencia de dobles ciegos, grupos control, controles de variables, etc. También se lo ha criticado por problemas de generalizabilidad, validez ecológica, sesgo en la selección de participantes y problemas éticos, entre otros. Como mínimo es para dudar un poco de los resultados obtenidos.

Y hubiera quedado en eso, dudas, si no hubiera sido por que en el año 2002 se llevó a cabo de nuevo el experimento. Haslam y Reicher tuvieron el honor de realizar un experimento similar, pero con un mejor control del mismo, aunque posiblemente esta repetición de la jugada os suene menos y es debido seguramente a que es bastante menos impresionante, ya que los resultados no fueron ni remotamente similares.
Comparando ambos experimentos, no es de extrañar que el original no fuera publicado en ninguna revista de psicología social con cierto prestigio, pero aún así a Zimbardo se le sigue citando en discusiones serias de sociología y psicología, así como en los pertinentes manuales.

Para aquellos que sientan curiosidad por saber como diantres llegó entonces a ser tan conocido el dichoso experimento de Standford, nos toca investigar lo que pasó dos meses después de realizarse el mismo, antes de que se pudiera haber hecho cualquier análisis en condiciones. Sucedió que Philip Zimbardo fue invitado como experto en la llamada "comisión para la reforma de prisiones" del congreso estadounidense.

Allí, Zimbardo explicó su investigación y por lo visto la supo vender muy bien. Describió a sus colaboradores como los mejores en sus respectivos campos, así como también dijo que guaridas y presos no recibieron instrucciones concretas y que eran libres de crear sus propias reglas para la convivencia entre ambos grupos, entre otras cosas.

La conclusión que dio a la comisión fue que los participantes en conjunto, no habían sido capaces de diferenciar entre el rol que se les adjudicó y su personalidad anterior, de forma que se habían visto atrapados por las circunstancias, desatando el lado más oscuro de la naturaleza humana.

Si, habéis leído bien: Efecto Lucifer
Esta actitud por parte de Zimbardo seguiría igual durante mucho tiempo y tal fue el impacto que causó que cuando al fin se publicaron análisis serios sobre el experimento unos dos años más tarde, con las citadas críticas, ya era demasiado tarde como para lograr extirpar del imaginario público la imagen del ser humano desalmado y totalmente controlado por las circunstancias.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Psicología XD o "¿Por qué nos reímos?

Todos tenemos un amigo que se ríe por cualquier cosa, o un conocido que hace chistes que sólo él entiende. Si nos detenemos a pensarlo, es curioso lo distintos que somos unos de otros en cuanto a humor se refiere y no es de extrañar ya que son muchos los factores que influyen en ello.

Aunque nos parezca increíble, estos factores no son solamente ambientales, sino que recientes estudios parecen afirmar que nuestra genética tiene bastante que ver en ello. Mejor tenerlo en cuenta la próxima vez que alguien no se ría de nuestras bromas.

Parece ser que una variación del gen 5-HTTLPR, regulador de la serotonina, es el causante de nuestras expresiones positivas, como reírse, las sonrisas, etc.
¡Misterio resuelto!
Bueno, bueno, pero tan sencillo no iba a ser... los entresijos de la mente humana tienden a ser mucho más enrevesados. A día de hoy existe aún debate al respecto del origen del humor. En primer lugar, tenemos a los científicos que creen que las diferencias entre individuos se producen por variaciones del ADN como la mencionada (sentido del humor innato), mientras que otros estudiosos opinan que el humor se trata de un rasgo aprendido que se ve influido por el entorno (humor adquirido). Como suele pasar en estos casos, es muy probable que acabe siendo cierta la tercera opción: que todos tengan razón, al menos en parte.

De echo, los datos empíricos parecen indicar que la genética nos da un potencial y que luego este se desarrolla según nos trate la vida. No es sólo que seremos más risueños o menos, sino que nuestro conocimiento de ciertas materias nos predispone a percibir como gracioso un estímulo concreto (lo cual explica los inside jokes o bromas privadas, que se dan dentro de un grupo concreto de gente).
Hay casos extremos, algunos podemos acabar quedándonos sin respiración de tanta risa que tenemos mientras los otros nos miran y se preguntan que hacemos ahí en el suelo tirados y con ese color morado tan raro.
Pero hay un elemento clave que hay que tener en cuenta. Que una cosa nos haga gracia o no solemos decidirlo según lo que nos sorprenda. Un chiste o broma funciona de la siguiente manera:
-Se presenta una situación concreta.
-Se crea una situación que debe resolverse.
-Se resuelve, pero de una manera coherente con el  resto del discurso, pero que no esperamos, pues no es lógica. 
-Nos sorprendemos y reaccionamos con la risa.

Un chiste de ejemplo: "Van dos en moto y se cae el de en medio". Si nunca lo hemos oído antes, es posible que nos riamos ante lo absurdo de la situación. En cambio si ya nos lo sabemos, se pierde ese factor sorpresa y la risa va perdiendo intensidad, hasta que no ocurre siquiera. Por supuesto todo esto ocurre tras un raudo análisis mental, con lo que si nos resulta ofensivo no nos hará gracia... aunque a veces nuestro inconsciente nos traicione y nos reímos, para luego sentirnos culpables.

Por último, es posible que un chiste o broma sea muy conocido pero nos haga igualmente gracia. Si en su momento nos gustó mucho, es posible que evoque recuerdos y junto con ellos revivimos esa sensación que nos produjo la primera vez. Y en esto se basan los chistes recurrentes. Y con esto, terminamos por hoy.

-Venga lectores, a casita.
-Ya estamos.
-¡Qué rápidos somos!