jueves, 19 de mayo de 2016

Frente al abuso sexual infantil

Parece que cada vez es más habitual enterarse por los medios de comunicación habituales de cuando sucede un caso de abuso a menores, siendo por su especial gravedad los que más llaman la atención aquellos que tienen componentes de abuso sexual. Bueno, maticemos: cada vez es más habitual que en los noticiarios, periódicos y demás se nos explique para cada caso como era el abusador, su personalidad o conductas, como se sucedió la investigación policial y/o el proceso judicial posterior así como otras características que la prensa crea llamativa para cada caso concreto.

Si bien no se puede negar el aspecto positivo de que este fenómeno se de a conocer para que así aquellos con menores a su cargo lo tengan presente, se echa en falta un análisis global y detallado del fenómeno en sí en lugar de caso por caso. Es por ello que la mayoría de la gente no tiene constancia de la frecuencia con que se da ni las consecuencias reales que comporta el ser víctima de este tipo de abuso.

Y es que aunque la visibilidad del fenómeno en sí es cada vez mayor aún existen miles de víctimas (si no más) que guardan silencio por miedo a no ser comprendidas, a la vergüenza, etc. Es por ello que a veces parece que estemos hablando de sucesos aislados cuando al realidad es que se calcula que alrededor de un 20% de las mujeres y hasta un 10% de los hombres de la población  sufrieron abusos sexuales antes de llegar a su adultez, con el agravante de que más de la mitad de ellos nunca lo cuentan.

Si estas cifras te parece exageradas, mejor que comencemos a definir que entendemos como abuso sexual para evitar equívocos. Abuso sexual es toda acción que una persona efectúa para establecer una relación de poder con un/a menor con el objetivo final de obtener satisfacción sexual. Estas acciones, que alteran gravemente el desarrollo psicosexual de la víctima comprenden desde besos forzosos o miradas morbosas hasta tocamientos de naturaleza sexual o contacto genital, incluyendo además otras conductas como pueden ser el mostrar o producir material pornográfico al menor, comunicaciones con contenido sexual o las simples amenazas con intención de someter a la víctima. Hay que tener en cuenta además que a veces el menor parece consentir este tipo de relación pero es el adulto como tal el que debe ser consciente de la gravedad de sus actos y nunca al revés, pues este tipo de actos a estas edades causan daños, muchas veces irreparables tanto en la salud física y psicosocial de la víctima y representan un atentado contra su dignidad.

Si hemos continuado leyendo hasta este punto, posiblemente ahora queramos conocer como prevenir este tipo de sucesos. Primero hay que saber donde es más probable que sucedan y hay que decir al respecto que los lugares más habituales son el propio hogar del menor, el entorno escolar y otros ámbitos que ostenten características similares a estos dos en cuanto a responsabilidad, confianza o poder: familia extensa, actividades extraescolares, actividades deportivas o instituciones religiosas. Como vemos, en general se tratará de personas con capacidad para ganarse la confianza del menor y del entorno familiar de este (cuando no formen parte directamente de este).

Por otra parte hay que tener en cuenta, y de forma similar a lo que hablábamos ayer sobre el acoso escolar que muchas veces se aceptan y justifican algunas de estas conductas mediante ciertas creencias o prejuicios como aquellas que dicen que se trata de "hechos excepcionales", "cosas propias de las clases humildes o familias desestructuradas", "casos debidos a la violencia y sexualidad de los tiempos actuales", "producto de la incapacidad de los varones para controlar sus impulsos sexuales" o la que en mi opinión es la peor de todas "el/la menor fantasea o seduce a los adultos".

Como decíamos antes, un agravante de estas situaciones es que pueden transcurrir meses o años hasta que el/la menor cuenta lo sucedido (cuando no se lo calla para siempre) debido al sometimiento emocional y/o físico al que se ve sometido por parte del abusador. Un hecho típico es que el menor acabe creyendo que la responsabilidad de lo sucedido es suya o bien compartida por ambos, cuando en realidad el único responsable es el agresor. Es por ello que la víctima tenderá habitualmente a querer poner tierra de por medio y callará para olvidar todo lo que sucedió, asegurando de esta manera la impunidad del abusador para seguir actuando ya sea sobre la misma persona o sobre nuevas víctimas. Se estima que menos de un 5% de las víctimas revelan lo sucedido con justo tras haber sufrido el abuso.


A este respecto me gustaría aclarar algo: no es raro oír y defender que los abusos no producen daño real en las víctimas o "no son tan graves", "el tiempo lo cura todo" y frases hechas de similar contenido. No obstante esto es totalmente falso pues una cosa es que la víctima calle y trate de olvidar y otra muy distinta que lo consigan pues el trauma sufrido suele llegar a tener consecuencias que a duran toda la vida, produciendo graves trastornos en su personalidad, trastornos depresivos, ansiedad, estrés postraumático, problemas de relación, psicosomáticos y de adaptación (sobre todo a nivel de la futura vida sexual). El número de problemas psicológicos sufridos así como su gravedad se relacionan positivamente con la intensidad de la culpabilización que presente el menor, esto es, en que medida se considera a sí mismo/a responsable o lo consideran aquellos quienes conocen lo que le sucedió.

Por todo lo dicho, es especialmente importante prevenir este tipo de sucesos lo más rápido posible evitando así su cronificación, concienciando a la sociedad, aumentando y mejorando la formación existente de los profesionales que trabajan con menores, todo ello con motivo de que podamos identificar más eficaz y rápidamente cuando se pueda estar dando un caso de abuso a menores, pues notificar de nuestras sospechas a las autoridades es vital para que se activen los medios dispuestos para garantizar el análisis de las evidencias y poder proteger efectivamente la integridad del menor. Recordemos que cuanto más se prolongue la situación de abuso, más graves serán las consecuencias y más difícil la recuperación.

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