viernes, 23 de septiembre de 2016

Como ayudar a nuestros hijos a estudiar mejor

Todos los padres y madres quieren (o deberían querer al menos) que sus hijos saquen buenas notas, y todos sabemos que las buenas notas se consiguen cuando nos esforzamos al estudiar. No obstante los hijos no siempre ven esto de igual manera que sus padres y puede ocurrir que no tengan interés en mejorar sus notas. En este caso el problema no sería por falta de capacidad sino por falta de motivación.

Cada niño/a es diferente. Algunos atienden en clase y hacen los deberes todos los días, y esto suele ser porque si que poseen la motivación necesaria, pero a veces eso tampoco es suficiente y las notas no reflejan estos esfuerzos. En este caso puede deberse a que las técnicas para estudiar que emplea no son las más eficientes o apropiadas para él/ella.

Veamos pues como enfrentar estos dos problemas. Empezando por el asunto de la motivación, me veo en la obligación de empezar con un consejo tan básico que muchos me dirán que para decir eso no hace falta ser psicólogo, pero que en cambio son muchos (demasiados) los progenitores que no lo aplican. Hablo de predicar desde el ejemplo, o en este caso, motivar desde el ejemplo. Si los padres no muestran y demuestran que les importa lo que al niño le sucede en la escuela, este perderá rápidamente el interés por la misma. No se trata solamente de decir que la escuela es importante, hay que tener un interés real y pedirle al niño (o adolescente) que nos cuente que va sucediendo en este entorno, como enfrenta los problemas y nosotros a cambio escucharemos atentos.

Este interés debe ser mostrado desde el primer día y hasta el último de su escolarización. Dicha implicación no quiere decir estar pendientes de todo lo que hacen, solucionar todos sus problemas y hacerles los deberes para que así mejoren sus notas, sino darles apoyo y procurar generarles interés en lo que estudian. Si nos implicamos en su vida académica y nos esforzamos para hacerles ver lo más interesante de cada materia lograremos la llamada motivación intrínseca (que viene de uno mismo) por lo que será menos necesaria la extrínseca (la que viene de fuera del individuo, como puede ser un premio).

Esta motivación aumenta cuando el niño percibe que sus esfuerzos se traducen en avances reales, pero dicha percepción no siempre es tan evidente por lo que los progenitores deberían mostrarse orgullosos y hacerle entender al menor cuando este ha logrado una meta. Si el niño ve como avanza día tras día tendrá motivos para seguir esforzándose y por ello es bastante importante que intentemos estar presentes cuando realizan sus tareas o estudian, ya que así podremos animarles durante el proceso.

Todo lo dicho, aunque parecen consejos bastante simples, se traducen a la larga en un increíble beneficio para los menores. Pensemos en los típicos adolescentes que no parecen tener motivación ninguna en cuanto a su vida académica. Esto normalmente sucede cuando el individuo no ha conseguido motivación a lo largo de su infancia, ya que Primaria apenas exige esfuerzo en comparación con la ESO y el Bachiller. Por eso dicha falta de motivación y/o los malos hábitos de estudio muestran sus peores efectos cuando se llega a este edad.

Como vemos, no resulta exagerado decir que no pocas veces el fracaso (y el éxito) escolar de los niños viene determinado por la actitud y empeño de los padres, de la implicación de estos en la vida escolar, y por supuesto de su estilo parental y educativo.

Otro consejo que deberían seguir todos los padres y madres pero no siempre se hace es implicarse en el medio escolar, esto es, conocer a los maestros y profesores, así como acudir a las reuniones y citas personales para así mejorar la comunicación entre los dos mayores referentes que el/la menor posee y aumentar la efectividad de las actuaciones de ambos.

Por cierto, hace un momento mencionábamos el estilo parental, así que mejor explicar brevemente a que nos referimos con ello. El estilo parental es lo que diferencia al padre que castiga a su hijo o incluso le golpea de otro que razona con él y le anima a mejorar. Sin entrar en detalles respecto a este concepto y centrándonos en el tema que nos ocupa, hay que encontrar la mejor forma de tratar a nuestro hijo. Si ha estudiado y se ha mantenido constante sus probabilidades de sacar una nota baja serán menores, pero aún así se podría dar el caso. ¿Qué hacemos entonces? Si sabemos que realmente se esforzó deberíamos tener esto en cuenta y animarle a seguir, analizar porqué suspendió y como podemos evitar que esto se repita. En todo caso, es muy importante que nuestros hijos sepan que confiamos en ellos y para ello habremos de tener en cuenta que lo que para nosotros puede ser relativamente insignificante para ellos puede ser en cambio muy importante.

Para mostrar dicho orgullo es conveniente decirlo sin tapujos, tanto si logran el éxito como si fracasan en un objetivo concreto. No todos los niños pueden ser quién saca mejores notas en la clase pero debemos centrarnos en las mejoras que presentan día tras día y decírselo sin crearles metas demasiado exigentes para sus posibilidades, pues si perciben que fracasan continuamente solo conseguiremos frustrarles.

Por otra parte, mencionábamos también la importancia de las técnicas de estudio. Este concepto engloba detalles como el lugar en que se trabaja, que debe ser cómodo y agradable para el menor, y que tenga todos los materiales necesarios al alcance para que no sea necesario interrumpir la tarea cada vez. Otro aspecto relevante sería la rutina de trabajo, un horario diario que cree un hábito. La fuerza de la costumbre hará que el menor distinga cuando es momento de divertirse y cuando es momento de trabajar. La mayoría de niños cuando están en clase no se comportan igual que cuando están en el parque y esto se debe precisamente a que están acostumbrados a que se espera de ellos en cada ocasión y que se les tiene permitido en cada contexto. Por tanto, y aunque la rutina debe ser diseñada por los padres en base a las actividades diarias del menor, deberá quedar claro que antes de marchar a jugar o a ver la tele hay que terminar el trabajo.

Por supuesto hay que evitar las distracciones por lo que mientras nuestro hija/a trabaja elementos que pueda desviar su atención como el televisor deben estar apagados, aunque fuéramos a ser los adultos los que viésemos la tele y además un programa que sepamos que no les interesa, ya que el audio e imágenes de fondo suponen igualmente una distracción. Por supuesto, ya que vivimos en el S.XXI, lo mismo se aplica a móviles, consolas, tablets y demás aparatos.

Por último, también hay que vigilar la actitud que el niño presenta ante un examen u otra prueba similar. Hay que evitar los nervios a toda costa, al menos cuando veamos que estos son demasiado intensos. La mayoría nos ponemos algo tensos al empezar una evaluación pero cuando dicha tensión pasa a perturbar al individuo entonces se convierte en un problema. Y si los adultos ya tienen problemas para controlar su ansiedad, imaginemos un niño. Puede llegar a quedar totalmente bloqueado y no realizar la prueba que se le pide, independientemente de que supiera las respuestas o no. Para evitar estas situaciones usaremos técnicas de relajación y respiración, le pediremos al niño que se imagine en el examen y que lo realice evitando entrar en pánico. En aquellos casos en que dicha ansiedad llega a ser preocupante quizás sea buena idea acudir a un psicólogo, pues los problemas de ansiedad se solucionan más fácilmente cuando aún no se han desarrollado del todo.

En casos más leves puede ayudar el enseñar a nuestro hijo a ser más organizado para que así no se le olvide realizar ninguna tarea, que tenga a mano los materiales necesarios y que llegue con tiempo a la prueba, para así tener la situación bajo control y evitar imprevistos que puedan alterarlo.

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