jueves, 29 de diciembre de 2016

Guía del perito psicólogo I: Introducción

La presente pretende ser una breve introducción al mundo de la psicología forense y de las periciales psicológicas, para que aquellos profesionales o estudiantes que en un futuro se planteen dedicarse a ello, conozcan de antemano las bases y fundamentos que rigen esta área de trabajo.

Al contrario que las psicoterapias o la psicología clínica, la psicología forense es una disciplina bastante desconocida para el público en general y sobre la que existe mucha confusión. Mucha gente al escuchar la palabra forense, la relaciona inmediatamente con las investigaciones policiales en casos de fallecimientos y sobre todo en aquellos en que se sospecha que se ha cometido un asesinato. Es por esto que el término psicólogo forense suele desconcertar a los profanos.

En realidad la palabra forense es usada como sinónimo de jurídico o judicial. Por eso un médico forense, de quien por culpa de las numerosas series televisivas de temática policial podríamos pensar que su labor está únicamente relacionada con fallecidos, ostenta en realidad otras funciones, como evaluar los daños físicos tras un accidente de tráfico o determinando lo que puede tardar en recobrar su salud una víctima. Igualmente, un psicólogo forense puede ser requerido para ejercer varias funciones, siendo la más común la de realizar informes periciales.

Un perito es alguien con pericia demostrada, siendo pericia sinónimo de saber o habilidad, en cierto tema. Existen peritos para casi cualquier área de conocimiento, aunque algunos son más comunes que otros. Así podemos encontrar peritos arquitectos, médicos, de arte o antigüedades, etc.



Así pues la psicología forense es la especialización profesional del psicólogo en el ámbito jurídico, en el que usará sus conocimientos científicos acerca de la mente y el comportamiento humanos para ayudar en procesos judiciales de varios tipos. No obstante, ser psicólogo forense implica algo más que ser psicólogo y querer trabajar en este sector, pues se requiere una formación específica ya que, al fin y al cabo, las habilidades y herramientas necesarias son distintas a las usadas en terapia o clínica, así como lo son los objetivos perseguidos. En este ámbito normalmente no se busca ayudar a la persona a superar un problema psicológico, sino que queremos evaluarla para poder aconsejar al responsable y que este tome su decisión de la forma más acertada posible.


Esta solo ha sido una breve introducción, pero seguiré desengranando los entresijos de las periciales psicológicas en próximas entregas, que podréis consultar y descargar en la sección “Recursos” de este mismo blog.

sábado, 17 de diciembre de 2016

TDAH: Combatiendo la impulsividad

Cuando un niño o niña sufre Déficit de Atención con Hiperactividad o TDAH sufre diversos síntomas, que podemos clasificar en inatención, hiperactividad e impulsividad. Hoy nos centraremos en la impulsividad y cómo controlarla.

Un menor que sea inusualmente impulsivo puede manifestar esta característica de muchas formas. Por ejemplo, podría comportarse de forma poco apropiada, ponerse en peligro al realizar conductas arriesgadas sin pensar en las consecuencias, o bien podría agredir a sus compañeros ante la mínima provocación, por poner algunos ejemplos. La forma de expresar este síntoma dependerá de cada individuo y sus características personales y ambientales.

Uno de los comportamientos impulsivos más común es la rabieta o berrinche. Todos los niños pueden sentirse abrumados en algún momento por sus emociones y expresarlas de este modo, pero en el caso de aquellos que padecen TDAH pueden darse más frecuentemente, ya que en general les resulta más difícil postergar sus deseos y necesidades. Es de esperar que a medida que crezcan aprenderán a calmarse y expresar de una manera más adecuada sus emociones, pero hasta ese momento conviene tener claro que podemos hacer para ayudarles.

Además de dificultades para aplazar los deseos que ya hemos mencionado, hay que tener en cuenta que también se ven más afectados por la estimulación externa. De la misma forma que un sonido o movimiento les distrae más que a la mayoría, una gran cantidad de ruido les puede provocar mayor malestar que a los demás. Es por ello que pueden perder la compostura en situaciones que les causen ansiedad o miedo.

Así pues ¿qué hacer cuando nuestro hijo sufre un berrinche? Cierto es que se trata de una situación compleja, y podemos encontrar desde padres que consienten al niño para que deje de llorar a otros que se enfadan lo castigan. Aunque no hay una solución mágica que valga para todos los niños y niñas, sí existen algunas estrategias que vale la pena tener en cuenta:

Buscar el desencadenante

Si hay una cosa segura es que cada vez que un niño sufre una rabieta es que hay un motivo. Esto no quiere decir que ese motivo sea siempre lógico o razonable, pero debe existir un desencadenante aunque a veces no lo podamos identificar a primera vista. Encontrar este origen o fuente es siempre el primer paso para poder cambiar la conducta.

Lo primero que habremos de saber es si el niño tiene alguna necesidad aunque no la haya expresado, pues puede sufrir alguna sin siquiera llegar a ser consciente de ello. Quizás esté hambriento o cansado. Si este no es el caso, también es probable que sienta alguna emoción especialmente intensa por otro motivo. Una vez identificamos el origen, para lo cual a veces necesitaremos conocer realmente bien al menor, podremos intentar ponerle solución.

Además, de esta forma ampliaremos nuestro conocimiento respecto al niño en cuestión, y lógicamente, si aprendemos que ciertos ambientes o situaciones lo estimulan demasiado, de ahí en adelante ya sabemos que deberíamos evitarlos.

Dejar claras las consecuencias

Como norma general, conviene hablar con el niño acerca de las consecuencias negativas que se derivan de ciertos comportamientos como la rabieta. La idea no es amenazar, sino dejar claro que si se realiza la conducta, nos disgustaremos y sucederá alguna cosa, como puede ser que no le dejaremos ver la televisión, siendo la diferencia el tono que empleemos el cual ha de ser pausado y tranquilo. A este respecto, si aplicamos un castigo es mejor cuando este tiene relación con la conducta. Si la rabieta tiene su origen en que quería un videojuego nuevo pero por el motivo que sea no se lo vamos a comprar, podríamos dejarle claro que si insiste y tiene un berrinche no podrá jugar a la consola esa tarde.

Claro está, esta estrategia no va a funcionar siempre pero resulta muy interesante pues permite planificar lo que puede o no suceder y si somos consecuentes el niño aprende que conductas y cuales no toleramos y como le afectan cuando las realiza.

Distraerlo

Si un niño se ha disgustado mucho por algún motivo, y siempre y cuando ese motivo no tenga gran importancia realmente, podemos intentar distraerlo hablándole de un tema no relacionado, a ser posible de uno que le entusiasme. Este truco es especialmente útil cuando tratamos con niños y niñas pequeños.

Tiempo muerto

El tiempo muerto o Time Out es una técnica que suele ser empleado cuando todo lo demás falla. Se trata de una versión adaptada del clásico "a tu habitación". Mandaremos al menor a un lugar apartado, una sala de la que le indicaremos que puede salir cuando se calme. En esta habitación no debería tener acceso a elementos que le puedan entretener como juguetes o la televisión, ya que la idea es que se concentre en lo que siente e intente verdaderamente tranquilizarse. No obstante, sí es útil que allí tenga acceso a objetos que le ayuden en este propósito como puede ser un peluche o libro que sabemos que lo relaja.

Cuando usemos el tiempo muerto, cronometraremos el tiempo que el niño pasa en la habitación, el cual en general debe ser corto, pues recordemos que buscamos que se tranquilice, no castigarlo. Pasado un tiempo prudencial podemos comprobar como se encuentra y hablar el tema con calma, y desde luego jamás lo dejaremos encerrado o aislado.

Hablar

Nuestra mejor baza será siempre el diálogo. Es muy importante emplear un tono tranquilo y que no haga entender al niño que estamos enfadados o molestos. Buscamos con la conversación conocer sus sentimientos y si creemos que puede ser útil, que el niño entienda los nuestros. El entendimiento mutuo es vital en la resolución de conflictos.

Cuando sepamos lo que siente el menor, se lo haremos saber explícitamente: "Te has disgustado porque no te he comprado ese juguete y ahora estás triste ¿verdad?" Cuando no lo sepamos le animaremos a que nos lo cuente y luego dejaremos claro que entendemos cómo se siente, e iniciaremos una conversación respecto a la importancia de lo sucedido y por qué queremos entenderlo.



Es importante dejar claro en estas conversaciones que nuestro objetivo es que no se repita la situación, siendo esto normalmente un punto que tendremos en común con el niño, pues hay que tener en cuenta que las rabietas también son episodios desagradables para él.

Preparar la transición

A quienes padecen TDAH les cuesta más adaptarse a cambios de situación, por lo que puede darse la rabieta cuando toca marcharse de un lugar que les gusta o dejar de lado una actividad divertida para empezar otra que disfrutan menos como hacer los deberes o cenar.

Para hacer estos cambios más llevaderos son importantes los recordatorios. Me refiero a recordarle al niño que dentro de determinado espacio de tiempo tendrá que dejar lo que está haciendo y empezar la otra actividad: "Te quedan quince minutos de juego y luego toca hacer los deberes" o "En cinco minutos vamos a cenar". Como medida adicional podemos advertir de las consecuencias si no se cumple el horario programado, por ejemplo restar tiempo a la próxima sesión de juego.

Ignorarle

Ignorar al niño puede ser a veces lo más acertado, pero hay que saber cuando es esto lo más idóneo. Hay que tener en cuenta que el berrinche viene a ser un reclamo de atención, pues el menor busca que le hagamos caso. Si el principal motivo tras este comportamiento es que le prestemos esa atención aunque luego no aceptemos sus demandas, en realidad el niño ha conseguido lo que quería y estaremos reforzando este tipo de conductas.

Para evitar dicho refuerzo, le negaremos el "premio" en forma de atención y lo dejaremos estar. Lo más probable es que tarde o temprano se de cuenta de que no va a conseguir lo que buscaba y se tranquilice. Cuando los berrinches ocurran muy a menudo, esta estrategia nos será muy útil.

Felicitarle

Centrarse solo en lo negativo no nos lleva a ninguna parte, por lo que es muy importante que le hagamos entender al niño cuando está haciendo las cosas bien. No basta con asumir que si nos ven tranquilos y hablándoles amablemente sabrán que aprobamos su comportamiento, sino que hay que decírselo siempre que podamos y sea cierto, para que sepan que tienen nuestro apoyo y que no solo nos damos cuenta de sus faltas y errores, sino también de sus virtudes y logros.

Nunca usar castigos físicos

No está de más recordarlo. Los niños (y los adultos en realidad) responden mejor al refuerzo positivo que al castigo, esto es, aprendemos mejor con los premios que no con las consecuencias negativas. Aquí hablamos de premio no solo en un sentido material, sino también cuando aplaudimos sus logros como antes comentaba.

Aun así no siempre podemos evitar enfadarnos cuando el niño o niña se comporta mal. No son pocos los padres que agarrarán al pequeño y lo golpearán, pero esto solo agrava la situación, pues además de dañarlo lo alteraremos todavía más, y no solo a él pues también aumentaremos nuestra propia tensión.

Hay que reconocer que este tipo de castigo puede servir para detener el comportamiento, pero lo más probable es que solo se logre temporalmente y el problema vuelva con todavía más fuerza. Eso sí, el resultado más probable es que el comportamiento se intensifique y además se aprenden nuevos patrones negativos, pues le enseñamos al niño que en ciertas ocasiones la violencia está justificada. Por eso, recomiendo encarecidamente que si usamos castigos estos sean de otro tipo, como prohibirles acciones o retirarles objetos temporalmente.



En conclusión, no hay una panacea que sirva para acabar fácilmente con este tipo de comportamientos, pero aunque pueda parecer difícil, mantener la calma, entender el problema y tener claro que estrategias aplicar en cada momento, nos ayudará en esta tarea.

jueves, 15 de diciembre de 2016

¿Por qué y cómo son diferentes los adolescentes?


Cuando los niños crecen, antes de ser adultos han de ser adolescentes. Su actitud y conductas cambian, dejando de ser tan infantiles pero aún así no pensando igual que los adultos. Por ello puede ser un tanto complejo definir qué y cómo es ser adolescente, pero hay ciertas características muy comunes entre esta población y hoy hablaré de ellas. A continuación, veamos qué podemos esperar cuando tratamos con un hijo o alumno adolescente y cómo sacar el máximo provecho de ello.

Se arriesgan más

En el presente texto veremos como los adolescentes tienden en general a correr más riesgos, poseen menos autocontrol, duermen más horas, tienen más dificultades en su gestión emocional y se ven más afectados por la presión social. Hablemos primero de esta tendencia a arriesgarse más, característica que puede hacer que parezcan más impulsivos o menos inteligentes, aunque la realidad es mucho más compleja.

En diversos estudios se ha demostrado que cuando no se conocen las probabilidades de éxito los adolescentes son más proclives a arriesgarse que un adulto. Aquí lo importante no es solo esa conducta distinta sino también el motivo tras ella, la ambigüedad. Y es que este "valor adolescente", por llamarlo de alguna manera, no tiene que ver con falta de raciocinio, delirios de grandeza o dificultades para calcular las probabilidades, siendo el motivo de origen neurológico.

Hemos de tener en cuenta que los adolescentes no son adultos, e igual que su físico aún está en desarrollo, también lo está su sistema nervioso. El área prefrontal del córtex cerebral, en su caso, no ha alcanzado su máximo esplendor, y siendo esta zona del cerebro la que se ocupa de controlar nuestras conductas y reflexiones, es normal que su forma de tomar decisiones sea distinta a la de un adulto.

Aunque nuestro primer pensamiento sea lamentarnos ante esta forma de ser de los jóvenes y no veamos otra opción que esperar a que lleguen a la mayoría de edad, lo cierto es que debemos pensar que esta es una oportunidad única en sus vidas. Toda característica humana y también las que se dan en nuestro desarrollo tienen una razón evolutiva de ser y este patrón de pensamiento no podía ser la excepción. Una persona que toma riesgos aprende más rápido las consecuencias de cada uno de sus actos, las relaciones naturales entre elementos y la forma de funcionar del mundo.

Por tanto resulta muy interesante aprovechar esta circunstancia en el ámbito académico, dejándolos arriesgarse y tomar sus propias decisiones, animándoles a ello pues antes habremos hecho de la clase un entorno seguro para ello, de modo que en ella puedan asumir retos que los pongan a prueba y les hagan cuestionarse la materia de estudio. Se trata de fomentar su propia curiosidad dejando que exploren su entorno, un entorno que previamente hemos delimitado para que no corra ningún riesgo su integridad física ni moral.

Sobre esto último, hay que tener en cuenta que uno de los mayores lastres en el progreso individual y social es el miedo al fracaso, pues supone la pérdida de tiempo y recursos en una causa perdida. Sin embargo, si dejamos claro al alumnado que en clase los errores no les restarán nota sino que servirán para que el grupo mejore y aprenda, la actitud de la clase puede cambiar radicalmente.

Les faltan horas de sueño

Numerosos estudios indican que los adolescentes tienden a necesitar más horas de sueño que los adultos, y aunque esta cantidad varia mucho entre individuos no es sorprendente que los hábitos para dormir cambien mucho desde la infancia hasta la juventud y luego la adultez.



Esta variación es producida por la hormona melatonina, la cual se genera en mayor cantidad conforme se va acercan la hora de dormir, pero esta aparición se retrasa más en el cerebro adolescente y es por esto que no se encuentran cansados hasta mucho más tarde. Ahora ya sabemos cómo es que los jóvenes aguantan toda la noche en vela, pero ¿no es cierto que luego no logran despertarse al llegar la mañana? Esto también es cierto y es en gran parte debido a que hemos estructurado nuestra sociedad entorno a los horarios, por lo que tanto si hemos dormido como si no debemos levantarnos a cierta hora, pero la realidad es que a muchos adolescentes les convendría tener un horario propio, un día de al menos 27 horas en lugar de 24.

Una vez más, nos encontramos ante una característica aparentemente negativa y ante la que no cabe más que resignarse. No obstante, precisamente por la importancia que tiene dormir lo suficiente debemos recalcarla a nuestros jóvenes, explicarles los efectos de un buen sueño en nuestro cuerpo y mente, ayudarles en la medida en que podamos, dándoles consejos sobre relajación y recomendando hábitos que favorezcan el descanso, indicando que actividades nos activan más y cuales nos relajan antes de la hora de acostarse.

 Acerca de la dificultad para interpretar las emociones

Una vez más, debido a que el córtex prefrontal se encuentra todavía en desarrollo, los adolescentes no pueden interpretar las emociones de la misma forma que lo harán cuando termine su crecimiento. En esta ocasión nuestro sistema nervioso delega funciones en el sistema límbico, que funciona de una forma más instintiva y menos racional, por lo que comete más errores en tareas socialmente complejas como esta y además puede reaccionar más intensamente de lo que debería.



Esta característica, quizás la más conocida de la población adolescente, no puede ser solucionada excepto esperando a que termine el desarrollo del menor. Lo recomendable es la paciencia y tener claro que aunque a veces parezcan adultos y quieran ser tratados como tales, en realidad no lo son. Puede ser útil mientras tanto el entrenamiento en metacognición o pensamiento crítico, incluyendo aquí la inteligencia emocional, buscando con ello no solucionar problemas inmediatos sino formar al adulto del futuro.

Falta de autocontrol

Otra característica bien conocida es la dificultad para controlar sus impulsos, diciendo y haciendo lo que piensan sin más, al menos si los comparamos con la población adulta. Este tipo de conductas aparecen sobre todo cuando se encuentran en tensión, y tienen su origen tanto en la falta de desarrollo en la corteza cerebral como en la mayor necesidad de los jóvenes de encontrar estímulos novedosos y recompensas más inmediatas.

El autocontrol se puede entrenar, pero ya adelantamos que debido a las limitaciones neurológicas es complicado. Una buena idea es hablar con los jóvenes en cuestión acerca de que elementos les distraen y alteran, para luego buscar de forma conjunta como limitar su efecto, siempre dentro de nuestras posibilidades.

En conclusión

Todo lo dicho pretende ser una ayuda para padres y profesores pero por supuesto no se trata de una guía extensa ni de métodos infalibles. La realidad es que ser adolescente es duro, pues hablamos de una época de nuestra vida en que nos enfrentamos a algunos de los mayores retos que deberemos afrontar, tendremos que tomar decisiones que nos marcan para siempre y todo ello cuando nuestra mente aún no ha terminado de desarrollarse.

A los adolescentes se les pide que se comporten como adultos, que entiendan todos los retos y tareas que mencionábamos, pero no siempre vamos a conseguir que entiendan la importancia de estos eventos. Resulta de vital importancia que padres y profesores se impliquen e intenten ayudarles en lo que puedan, guiándoles a través de estos años difíciles para que cuando sean adultos logren sus metas y no tengan que echar la vista atrás y lamentarse de lo que hicieron o lo que no.

Fuentes:
A Social Neuroscience Perspective on Adolescent Risk-Taking
The mysterious workings of the adolescent brain
National Sleep Foundation
Sleep your way to success
The stimuli drive the response: an fMRI study of youth processing adult or child emotional face stimuli.
Inside the teenage brain
The Teenage Brain: Self Control

martes, 13 de diciembre de 2016

Psicología Pop: La caja de Skinner en Perdidos

Una tendencia muy de moda hoy en día es intentar analizar personajes y situaciones de la cultura Pop usando la psicología, pero es una moda en cierta manera peligrosa. Estos análisis tienden a ser superficiales pero luego suelen ser presentados como algo serio, llegando normalmente a un diagnóstico que la mayoría de las veces en realidad es imposible y poco acertado.

La verdad es que un diagnóstico requiere tiempo, paciencia y acceso directo al evaluado, con el que el especialista hablará en varias ocasiones y con el que usará cuestionarios y test psicométricos. Así pues, cuando realizamos estas parodias de evaluaciones con personajes ficticios de un libro o película no se puede llegar a una conclusión con fundamento. Por ejemplo de Darth Vader he oído de todo: Trastorno de personalidad límite, Prosopagnosia, etc.

No quisiera que se me malinterpretase, no estoy totalmente en contra de este uso del saber psicológico, pero la nuestra es una disciplina a la que por varias razones le ha costado mucho ganarse su credibilidad y es por ello que no me gusta verla en riesgo. Creo no obstante que los eventos y personajes ficticios pueden ser usados para ilustrar los diversos fenómenos psicológicos, siempre y cuando se deje bien claro que lo que se está explicando es un ejemplo y no un diagnóstico certero y real.

Una vez explicado esto quisiera hablar hoy de las Cajas de Skinner o Cámaras de Condicionamiento Operante, un instrumento de investigación inventado por BF Skinner, célebérrimo psicólogo que le da nombre. Estas cajas se usan para estudiar el comportamiento de un animal y como este aprende. Dentro de la caja hay al menos un mecanismo que permite al animal adquirir un estímulo positivo, generalmente comida, cuando lo acciona. La idea es que con cada repetición de la acción que activa el mecanismo el animal aprende mejor que esto le da acceso a la comida, por lo que con cada repetición de la situación realizará dicha acción más rápidamente, hasta llegar a un punto en que lo hará casi al instante.

Existen muchos ejemplos de estas cajas pero estoy seguro de que muchos lectores la vieron en una serie muy famosa si saber de que se trataba exactamente. Hablo de Perdidos (Lost), donde pudimos al pobre Sawyer encerrado en una gigantesca Caja de Skinner.

En este caso una jaula de Skinner

En este caso la "caja" era usada como celda para el pobre Sawyer, pero en el pasado había sido usada para la investigación con osos polares y es por ello que aún tiene en su interior los mecanismos, en este caso bastante complejos. Para obtener el alimento los pobres osos debían tener pulsado un pedal, luego presionar un botón y por último una palanca.

El susodicho botón

Lamentablemente para el pobre Sawyer, lo que obtiene no es comida humana si no pienso y galletas para los osos.

Que la disfrutes

Hay que decir que en la realidad Skinner nunca aplicó este tipo de experimentos con humanos, ni con animales tan grandes, usando normalmente palomas, ratones, gatos o similares. No obstante existen ciertas leyendas que dicen que sí uso este instrumento en su propia hija, de las que seguro hablaré otro día. Espero que os haya gustado el ejemplo, os dejo el vídeo entero por si queréis ver la caja en funcionamiento,